miércoles, 30 de abril de 2008


Con ocasión de la Beatificación de Madre Candelaria de San José.

Desde hace días ronda en mi cabeza algunas ideas entorno a la Madre Candelaria que pudieran iluminar a la Vida Religiosa venezolana, para que este kairós no pase desapercibido, me atrevo a colocarlas por escrito.
Son tres las ideas que subrayo en la vida de Susana Paz (Candelaria de San José) a saber: una espiritualidad centrada en Dios y en su amor: Dios es caridad; una fuerte experiencia mariana y una misión desde abajo. Trataré brevemente de explicitar dichas ideas que forman parte de esta beata.


Una espiritualidad centrada en Dios y en su amor: Dios es caridad.
Este es un desafío para los hombres y mujeres de Venezuela, entre ellos, los religiosos y religiosas. Replantear el paradigma de la imagen de Dios, cuestionarla, para que aparezca en su vivencia espiritual, la imagen de Dios, Padre de Jesús, con esa buena noticia que Jesús nos transmitió, Dios es Padre y nos ama entrañablemente. Madre Candelaria fue una mujer que vivió para Dios, basado en sus escritos, vivía, como se dice en la espiritualidad carmelita, en la presencia continua e ininterrumpia de Dios. Me atrevo a decir que hoy nos hace falta más oración, más encuentro con Dios, con Jesucristo, con su Espíritu, para vivir y mirar todas las realidades desde la mirada compasiva y amorosa del Dios uno y trino; y, para atrevernos a anunciar al mundo que sólo el amor de Jesucristo crucificado y resucitado puede transformarnos, para ser en medio de nuestras realidades testigos del amor transformante de Dios.


Una fuerte experiencia mariana.

Maria, nuestra Madre y hermana, como tiernamente se le nombra en el Carmelo, fue para Madre Candelaria su modelo, esto lo testifica ella misma, cuando a sus 65 años tuvo que ser Superiora y Maestra de Novicias (1928) le confiaba a Mons. Sixto Sosa, en sus propias palabras decía: “Cuando me hallo con una dificultad me postro ante el Santísimo que me enseñe, y le digo a la Santísima Virgen, nuestra Madre, que venga en mi ayuda, que el Señor Obispo la ha nombrado Madre y Maestra; que venga a desempeñar su oficio, que yo, como esclava, me ofrezco a ayudarla en lo que ella quiera confiarme. Asi vivo consolándome con llamarla, invocarla con las tres Avemarías. Así le suplico recordárselo Usía que la nombró Maestra de Novicias, que venga a acá a socorrernos; que no abandone a esta pobre viejecita encomendada que tanto lo necesita”. Ayudados de la vivencia de Madre Candelaria necesitamos redescubrir la figura de María, como cooperadora en la construcción del Reino y como Maestra en la formación de seguidores de su Hijo.

Una misión desde abajo.

Demasiados planes pastorales suscribe la Iglesia, demasiados proyectos pastorales, que en muchas ocasiones, no llevan el sello de la inclusión sino de la exclusión; que no suenan a buena noticia entre los marginados de la sociedad y de la Iglesia sino a condena. Susana Paz (Candelaria de San José) a sus 40 años sólo vio la realidad con ojos compasivos y amorosos, la vida va por delante, antes que los proyectos, sabía que Dios anima todos los deseos buenos que surgen del corazón del hombre, por eso es que cuando “Venezuela vivía en una gran turbulencia política económica y social a consecuencia de la Revolución Libertadora. La Madre Candelaria, se solidariza con los enfermos y heridos, prodigándoles atención y consuelo, especialmente en los llanos centrales. Junto con otras jóvenes de su pueblo natal, de un grupo de Médicos y con el apoyo del párroco de Altagracia de Orituco, el padre Sixto Sosa, funda un hospital para atender a todos los necesitados. Allí en chinchorros y catres de lona, que ella misma confeccionaba, los atendía. Con la fundación de este centro de salud, en 1903, se dio inicio a la familia religiosa que hoy conocemos como “Hermanas Carmelitas de Madre Candelaria”.
Que desafío tan grande nos reta esta beata, necesitamos que la vida pastoral de la Iglesia vaya por delante, antes que los proyectos pastorales, necesitamos llegar a los excluidos, a los pobres, a los enfermos, a los marginados y a todos los que sienten en sus vidas, por sus actitudes o decisiones, que Dios no les ama. En definitiva, y con humildad lo afirmo, necesitamos una kenosis en los agentes pastorales, que los conviertan en pacientes pastorales, necesitados ellos mismos de la salvación, del amor misericordioso de Jesús, para así, lanzarnos a una misión desde abajo, pues, el estilo de Madre Candelaria no fue otro que el estilo de Jesús, acercarse y acoger. Que falta hace hoy leer desde el corazón aquello que la Madre Candelaria decía a sus hijas: prohibió a sus hijas que dijeran: “no hay”, cuando un enfermo pedía alguna cosa. Si no disponían de ella, debían responder: “ya se la voy a procurar”. Que bien nos haría, junto con nuestra beata, leer la parábola del buen samaritano (Lc 10,29-37) para hacernos más cercanos y acogedores del sufrimiento humano y dar una respuesta efectiva y afectiva.


Quisiera terminar mirando el semblante de Madre Candelaria para muchos se les presenta como una mujer muy seria y recia, no olvidemos queridos lectores, que esta mujer es llanera y como llanera, era recia y echada pa´lante, pues hacia realidad aquel refrán que dice: “el llanero es del tamaño de las responsabilidades que se le presentan”. En un ejercicio de imaginación y creatividad, veo en el semblante de Madre Candelaria una conjugación del humor con la espiritualidad y para fundamentar lo que afirmo, transcribo dos frases llenas de profundidad y sentido, bien nos haría a todos, para no tomarnos a nosotros mismos o a nuestras obras apostólicas tan en serio, en sus propias palabras: “Corazón que no se alegra no cría buena sangre” y “No hay que buscar el suavizar las penas, sino ofrecérselas a Dios”.

Beata Candelaria de San José, ruega por nosotros.


Fr. Vladimir Pérez, O.Carm

domingo, 13 de abril de 2008

Un Carmelita, Periodista y Mártir.

Beato Tito Brandsma, periodista y mártir

En Bolsward, Holanda, el 23 de febrero de 1881, venía al mundo Anno Sjoerd. A los 17 años ingresó en la Orden del Carmen. El 22 de septiembre de 1898 hacia su noviciado, adoptando en la vida religiosa el nombre de Tito. Por esos días exclamaba: “"La espiritualidad del Carmelo, que es vida de oración y de tierna devoción a María, me llevaron a la feliz decisión de abrazar esta vida. El espíritu del Carmelo me ha fascinado".

Cursó sus estudios con brillantez primero en su Patria y después pasó a Roma, donde se doctoró en filosofía. Vuelto a Holanda, se entregó de lleno a toda clase de apostolado: carmelita, sacerdote, periodista, profesor de Historia de la Mística en la Universidad de Nimega, Rector Magnifico de la misma Universidad.
Prisionero del gobierno de ocupación nazi en Holanda, por negarse a colaborar con ciertas medidas tomadas por éste: la expulsión de los niños de origen judío de los colegios católicos o la inclusión obligatoria de consignas nazis en los diarios católicos, de los que él era el representante. Recorrió varias cárceles y campos de concentración, incluido el “infierno” de Dachau en el que moriría un 26 de julio de 1942. Beatificado por el Papa Juan Pablo II en 3 de noviembre de 1985. Su fiesta la celebramos el 27 de Julio.

Este carmelita holandés, Fray Tito, supo integrar en su vida, la vida mística, la contemplación, la oración, el trato con lo sagrado de una parte, y la compasión por los más necesitados y menesterosos por otra.

La santidad de Fr. Tito la podemos resumir en un santo de lo humano. Quien se acerca a su vida se siente fascinado y desafiado, ya que, entra en contacto con la categoría de santos que podríamos definir como “cotidianos”. Más cercanos a nuestro propio vivir de cada día, más “humanos”. Tito supo amar la vida, se dice que su constitución física era debilucha, supo amar las cosas sencillas y banales, supo transmitir sencillez, además, supo “reír con el que ríe y llorar con el que llora”, utilizando palabras de San Pablo. Asimismo, fue una persona integrada en la sociedad, comprometido con ella e ilusionado en la tarea de construir entre todos un mundo mejor, donde todos pudiésemos vivir y convivir amenamente, la razón de esto que afirmo, está en la causa del por qué lo hacen prisionero y de su muerte, -anteriormente expuesto-.


Fr. Tito fue un hombre abierto, solidario, alegre, hospitalario, familiar, afectivo, ecuménico y lleno de esperanza. Estos calificativos forman parte de su fisonomía humana. Los biógrafos cuentan que quien entraba en contacto con Fr. Tito percibía su carácter bondadoso y experimentaba amistad y cercanía. Eran famosos sus apretones de manos y su buen sentido del humor, fruto a lo mejor de una verdadera desmitificación de tantos ídolos que nos esclavizan y entristecen. Para Fr. Tito la “alegría no es una virtud, sino un efecto del amor”.

Como hombre hospitalario, siempre estaba atento a las necesidades e inquietudes de los demás: lo mismo ayudaba a un anciano a arrastrar su carrito de chatarra, que hacía de escribiente en las cartas que una analfabeta escribía a su hijo, o entregaba a los necesitados todo el dinero que llevaba, o prestaba su propia cama mientras él dormía en el suelo.

Algunos compañeros catedráticos afirmaban de él: “Nada hay tan agradable como trabajar con Brandsma. Siempre tiene lo que necesitas o sabe lo que ignoras. Y haga lo que haga por uno, siempre será él agradecido”. Otro decía, “siempre tiene algo que dar”.

Su fisonomía espiritual es consecuencia del talante humano. Fr. Tito fue un enamorado de Jesucristo, de la Virgen María y de su Orden del Carmen. Poco amigo de fanatismos y de excesos, lleno de prudencia. Su oración la vivía como algo íntimamente unida a la vida de cada día. “La oración no es un oasis en el desierto de la vida, es toda la vida”, dijo en cierta ocasión. Muchos de los que le conocieron cercanamente decía de él: que era un hombre que vivía esa profunda unión con Dios en la vida de cada día, en el trabajo cotidiano. Como complemento de esta afirmación, una muestra en este consejo espiritual que dirige a su hermana clarisa: “Haz perfectamente tus pequeños deberes, incluso el más insignificante. Es algo sencillo. Sigue al Señor como un niño sigue a su padre”. Todo esto nos lleva a afirmar que nuestro apostolado debe ser fruto de nuestra vida interior, llevando el amor contemplado al mundo que servimos.

Como auténtico carmelita profesaba un tierno amor a María que se hacia contagioso a cuantos le rodeaban. Y lo manifestaba a través del estudio, la palabra, los escritos y el culto mariano.
Su amor a Jesucristo se ve reflejado en el poema: “Ante Jesús” que escribió en la cárcel, me atrevo a colocar esta parte del poema: “Cuando te miro, buen Jesús, advierto en ti el amor del más querido amigo, y siento que, al amarte yo, consigo el mayor galardón, el bien más cierto”… “Quédate, mi Jesús, que en mi desgracia jamás el corazón llore tu ausencia; ¡Que todo lo hace fácil tu presencia y todo lo embelleces con tu gracia”.

Para terminar esta breve reseña biográfica de Fray Tito, podríamos calificarlo como “defensor de la verdad, de la libertad, de la conciencia”. Y su santidad calificarla como “santidad de la humanidad” como le gusta decir a un cofrade nuestro.

Fray Tito nos ha dejado una espiritualidad entrañable, compendiada en ese talante optimista y esperanzador, esa armónica fusión entre el místico y profeta, entre la contemplación y la compasión. Es un ejemplo para los carmelitas y para los cristianos del siglo XXI. Para todos, carmelitas y cristianos, su mensaje es que se puede vivir plenamente, aún dentro de un mundo tan complejo, tan cambiante, tan contradictorio y a la vez tan apasionante. Es una invitación a vivir una espiritualidad sana, vitalizadora y a descubrir el aliento del Espíritu, en todas las realidades, aún en las mas vulgares y banales, y, en donde se percibe muchas veces la negación de Dios o la negación de la vida, de la libertad, de la verdad, de la conciencia personal.


Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a nosotros a no avergonzarnos del Evangelio en la construcción del Reino de justicia, paz, libertad, verdad, y poder descubrir en cada acontecer de la vida la presencia misericordiosa y compasiva del Dios amor, Padre de Jesucristo.




Fr. Vladimir Pérez O.Carm