domingo, 13 de abril de 2008

Un Carmelita, Periodista y Mártir.

Beato Tito Brandsma, periodista y mártir

En Bolsward, Holanda, el 23 de febrero de 1881, venía al mundo Anno Sjoerd. A los 17 años ingresó en la Orden del Carmen. El 22 de septiembre de 1898 hacia su noviciado, adoptando en la vida religiosa el nombre de Tito. Por esos días exclamaba: “"La espiritualidad del Carmelo, que es vida de oración y de tierna devoción a María, me llevaron a la feliz decisión de abrazar esta vida. El espíritu del Carmelo me ha fascinado".

Cursó sus estudios con brillantez primero en su Patria y después pasó a Roma, donde se doctoró en filosofía. Vuelto a Holanda, se entregó de lleno a toda clase de apostolado: carmelita, sacerdote, periodista, profesor de Historia de la Mística en la Universidad de Nimega, Rector Magnifico de la misma Universidad.
Prisionero del gobierno de ocupación nazi en Holanda, por negarse a colaborar con ciertas medidas tomadas por éste: la expulsión de los niños de origen judío de los colegios católicos o la inclusión obligatoria de consignas nazis en los diarios católicos, de los que él era el representante. Recorrió varias cárceles y campos de concentración, incluido el “infierno” de Dachau en el que moriría un 26 de julio de 1942. Beatificado por el Papa Juan Pablo II en 3 de noviembre de 1985. Su fiesta la celebramos el 27 de Julio.

Este carmelita holandés, Fray Tito, supo integrar en su vida, la vida mística, la contemplación, la oración, el trato con lo sagrado de una parte, y la compasión por los más necesitados y menesterosos por otra.

La santidad de Fr. Tito la podemos resumir en un santo de lo humano. Quien se acerca a su vida se siente fascinado y desafiado, ya que, entra en contacto con la categoría de santos que podríamos definir como “cotidianos”. Más cercanos a nuestro propio vivir de cada día, más “humanos”. Tito supo amar la vida, se dice que su constitución física era debilucha, supo amar las cosas sencillas y banales, supo transmitir sencillez, además, supo “reír con el que ríe y llorar con el que llora”, utilizando palabras de San Pablo. Asimismo, fue una persona integrada en la sociedad, comprometido con ella e ilusionado en la tarea de construir entre todos un mundo mejor, donde todos pudiésemos vivir y convivir amenamente, la razón de esto que afirmo, está en la causa del por qué lo hacen prisionero y de su muerte, -anteriormente expuesto-.


Fr. Tito fue un hombre abierto, solidario, alegre, hospitalario, familiar, afectivo, ecuménico y lleno de esperanza. Estos calificativos forman parte de su fisonomía humana. Los biógrafos cuentan que quien entraba en contacto con Fr. Tito percibía su carácter bondadoso y experimentaba amistad y cercanía. Eran famosos sus apretones de manos y su buen sentido del humor, fruto a lo mejor de una verdadera desmitificación de tantos ídolos que nos esclavizan y entristecen. Para Fr. Tito la “alegría no es una virtud, sino un efecto del amor”.

Como hombre hospitalario, siempre estaba atento a las necesidades e inquietudes de los demás: lo mismo ayudaba a un anciano a arrastrar su carrito de chatarra, que hacía de escribiente en las cartas que una analfabeta escribía a su hijo, o entregaba a los necesitados todo el dinero que llevaba, o prestaba su propia cama mientras él dormía en el suelo.

Algunos compañeros catedráticos afirmaban de él: “Nada hay tan agradable como trabajar con Brandsma. Siempre tiene lo que necesitas o sabe lo que ignoras. Y haga lo que haga por uno, siempre será él agradecido”. Otro decía, “siempre tiene algo que dar”.

Su fisonomía espiritual es consecuencia del talante humano. Fr. Tito fue un enamorado de Jesucristo, de la Virgen María y de su Orden del Carmen. Poco amigo de fanatismos y de excesos, lleno de prudencia. Su oración la vivía como algo íntimamente unida a la vida de cada día. “La oración no es un oasis en el desierto de la vida, es toda la vida”, dijo en cierta ocasión. Muchos de los que le conocieron cercanamente decía de él: que era un hombre que vivía esa profunda unión con Dios en la vida de cada día, en el trabajo cotidiano. Como complemento de esta afirmación, una muestra en este consejo espiritual que dirige a su hermana clarisa: “Haz perfectamente tus pequeños deberes, incluso el más insignificante. Es algo sencillo. Sigue al Señor como un niño sigue a su padre”. Todo esto nos lleva a afirmar que nuestro apostolado debe ser fruto de nuestra vida interior, llevando el amor contemplado al mundo que servimos.

Como auténtico carmelita profesaba un tierno amor a María que se hacia contagioso a cuantos le rodeaban. Y lo manifestaba a través del estudio, la palabra, los escritos y el culto mariano.
Su amor a Jesucristo se ve reflejado en el poema: “Ante Jesús” que escribió en la cárcel, me atrevo a colocar esta parte del poema: “Cuando te miro, buen Jesús, advierto en ti el amor del más querido amigo, y siento que, al amarte yo, consigo el mayor galardón, el bien más cierto”… “Quédate, mi Jesús, que en mi desgracia jamás el corazón llore tu ausencia; ¡Que todo lo hace fácil tu presencia y todo lo embelleces con tu gracia”.

Para terminar esta breve reseña biográfica de Fray Tito, podríamos calificarlo como “defensor de la verdad, de la libertad, de la conciencia”. Y su santidad calificarla como “santidad de la humanidad” como le gusta decir a un cofrade nuestro.

Fray Tito nos ha dejado una espiritualidad entrañable, compendiada en ese talante optimista y esperanzador, esa armónica fusión entre el místico y profeta, entre la contemplación y la compasión. Es un ejemplo para los carmelitas y para los cristianos del siglo XXI. Para todos, carmelitas y cristianos, su mensaje es que se puede vivir plenamente, aún dentro de un mundo tan complejo, tan cambiante, tan contradictorio y a la vez tan apasionante. Es una invitación a vivir una espiritualidad sana, vitalizadora y a descubrir el aliento del Espíritu, en todas las realidades, aún en las mas vulgares y banales, y, en donde se percibe muchas veces la negación de Dios o la negación de la vida, de la libertad, de la verdad, de la conciencia personal.


Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a nosotros a no avergonzarnos del Evangelio en la construcción del Reino de justicia, paz, libertad, verdad, y poder descubrir en cada acontecer de la vida la presencia misericordiosa y compasiva del Dios amor, Padre de Jesucristo.




Fr. Vladimir Pérez O.Carm

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